CALMA, QUE ES CONTAGIOSO.

Si ves que explotas cuando tus hijos no te hacen caso, tranquilo, te entiendo perfectamente. Tal vez con estas pequeñas ideas puedas conseguir que esas invectivas vayan disminuyendo poco a poco.

Debo confesar que, no hace mucho, casi se me explota una vena por gritar a mis tres hijos.  Después de haberme pasado toda la mañana montando unas camas nuevas, mi hija mayor de 7 tuvo la feliz idea de meterse, junto con sus dos hermanos, dentro de los cajones y romperlos.

Tampoco es tan raro encontrarse a padres que, literalmente, se quedan afónicos de llamar a sus hijos a gritos para que salgan de la piscina, o que cojan el abrigo porque no llegan al colegio.

Pero… ¿cuál es el problema? Después de haberle dicho a mis hijos 100 veces, “Nos vamos, coged el abrigo.” “¿Tenéis los abrigos? Nos vamos.”  ¿Poneros los abrigos que hay que salir!” Mis estrategias como madre se reducen a lo mismo: pegar un grito.

Como “experta” en innovación, me digo a mi misma constantemente que si quiero resultados diferentes, tengo que dejar de hacer siempre lo mismo.

Por otro lado, como profesional de la educación, soy muy consciente de que perder los nervios no es la mejor estrategia. Hay veces que me digo a mi misma, si esto lo hiciera alguien de mi equipo… lo despido…

Tengo muy claro que gritar no es la mejor opción por varios motivos. Primero, porque me convierte en el tipo de madre que no quiero ser. Segundo y más importante, es rara la vez que con un grito convenzo a mis hijos para que hagan algo que no quieren. Por último, no podemos olvidar lo que dicen los estudios al respecto. Hay muchas publicaciones, como por ejemplo Child Development que defienden que aquellos niños a los que se les grita mucho, tienen tendencia a relacionarse de forma más agresiva con sus iguales.

Resumiendo, si muchas veces os encontráis, yo lo hago, preguntándoos a vosotros mismos por qué vuestros hijos se gritan y pelean tanto entre ellos: Sartén, te presento al cazo…

No os extrañareis si os digo que la mayoría de los padres ha gritado a sus hijos en un momento u otro.  Es más, la mayoría de nosotros después, se siente fatal al respecto. Contaros que cuando nos preguntan a los padres qué cosas nos suelen hacer sentir culpables, gritar a nuestros hijos suele aparecer primero en la lista.

Si, pero ¿Cómo podemos romper este hábito y llegar a tener estas situaciones desquiciantes bajo control? Según la Doctora en psicología L. Markham, “cada vez que dejas de actuar sobre la necesidad de gritar, vas reprogramando tú cerebro para que deje de ser nuestra respuesta por defecto.

Si miramos lo difícil que es quitarse unos kilitos para el verano o no tomar tanto café, sabemos que tenemos ante nosotros un reto bastante difícil.  Toda rehabilitación tiene un proceso, aquí te propongo uno.

 

Deja de gritar por cosas sin importancia

No llegamos a ser conscientes de la cantidad de veces que levantamos la voz a lo largo del día. Especialmente, para cosas que son completamente rutinarias y que se podrían hacer en un tono mucho más tranquilo. En mi caso, pueden llegar a ser cosas tan banales como: “¡a cenar!, ¡cierra la puerta!, ¡baja el volumen de la tele”! Esto hace que, de forma inconsciente, se eleve el volumen normal de la casa y lo que es peor, que se normalice este nivel de decibelios.

Por el contrario, deberíamos acercarnos a nuestros hijos, parejas, o cualquiera que esté en nuestra casa en ese momento y hablarles en un tono de voz normal.

¿A que parece fácil? Pues no lo es. A mi me ha llevado mucho tiempo de práctica y a mi marido… bueno, todavía está en ello. Pero, no hay que desistir. Lo bueno de esto es que llegas a crear lo que yo llamo un efecto boomerang. Cuando dejas de gritar “¡A cenar, que se enfría!” Dejan de contestar a voces “¡Que ya vamos!”

 

Apaga tu fuego interno

Cuando a los padres multitarea les hablas de la meditación o el yoga, muchos somos los que nos echamos a reír. “Si tuviera tiempo para meditar, antes me iría a quitar las canas” Es cierto, no tenemos tiempo para nada. Pero hay que encontrar un rato para pensar qué nos puede ayudar a mantener la calma cuando nada a nuestro alrededor lo está. En mi caso, me ayuda mucho cantar para mis adentros. La canción es tremenda, pero muy pegadiza.  Tanto, que ya sin darme cuenta me encuentro en plena vorágine cantando para mi: “What color am I wearing? pink, pink pretty pink!”

Encuentra una palabra clave

Ojalá funcionara siempre cantar y así controlar el enfado que a veces se apodera de todo mi ser.  Pero no es así.

Encuentra una palabra o una frase que te puedas decir a ti mismo cuando estés a punto de explotar. Compártela con alguien que te pueda ayudar. Cuando veas que nada funciona, repite la frase como si fuera un mantra.

El otro día, mi hijo de cuatro años estaba en el coche enfadadísimo porque llevaba el calcetín mal puesto. Por supuesto, estaba incomodísimo y necesitaba que se lo arreglase en ese momento. Si, justo en ese momento, cuando llegamos tarde al cole y el pequeño al que acabamos de quitar el pañal se está haciendo pis. En ese instante de locura, aparece mi marido, que muy alegremente se va a su trabajo y queda libre de toda culpa. Cuando creo que le puedo arrancar la cabeza, me mira y me susurra mi mantra. Eso me hace recuperar mi sentido y darme cuenta que no merece la pena ponerse como una histérica, sino mantener la calma y solventar la situación paso a paso.

Acércate

Vamos a ser sinceros. Simplemente por llevar un tiempo haciendo esto no quiere decir que ahora en mi casa todo sea paz y armonía, mis hijos se vayan a la cama en cuanto se lo pido y se laven los dientes a la primera. Ni mucho menos.

Y cuando no me hacen caso, sigo con ganas de gritar. Necesito una herramienta de disciplina que me ayude cuando me ignoran. (Que es más a menudo de lo que me gustaría)

Por supuesto, asumir las consecuencias de sus actos o quitarles algún privilegio funciona. Pero déjame sugerirte algo mas. Acércate a tus hijos. Y digo esto de forma literal. Ponte a su altura, mírales a los ojos y reconecta con ellos. No está de más decirles que entiendes como se sienten.

Ayer, mientras le decía a mi hijo “Si, ya se que te gusta mucho Pica Pica, pero ya hemos visto un poco la tele. Si quieres mañana podemos bailar sus canciones un ratito mas.”  Cual es mi sorpresa cuando, muy compungido me dio el mando de la tv.  Por supuesto, no faltó el comentario cariñoso de mi hija mayor “Wow mama, hoy estas mas… tranquila, o…cariñosa… no sé” (OUCH!!!)

Suele funcionar muy bien acercarse y sin repetir lo que les has pedido, preguntarles. “¿has oído lo que te ha dicho mama?” La mayoría de las veces, no tienen escapatoria. Les toca reconocer tú petición.

 

Suaviza los momentos de estrés

Para mi, los días de diario por la mañana se llevan la palma. Tres niños, yo sola y tantas cosas por hacer en tan poco tiempo. Es una locura, pero enfadarse no ayuda. He llegado a constatar en mis años dentro de un aula que tú estado de ánimo es contagioso. Si mantienes la calma, así lo harán tus hijos.

Yo intento empezar la mañana convencida de que hoy va a ser un buen día. Les despierto con calma, pero como vestirse para ir al colegio no es motivación suficiente para levantarse, intento buscar cosas que les anime. Siempre hay alguna chorrada que decir o alguna tontería que les haga reír. El buen humor es clave cuando quieres evitar esos despertares un poco amargos.

Desde que embarcamos en esta aventura están pasando en mi casa cosas raras… hay momentos de armonía incluso cuando llegamos tarde al colegio.

 

Anímate, el buen humor y la calma son contagiosos.

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