Cuántas veces te has dicho a ti mismo “yo no soy creativo”, “yo no tengo buenas ideas”. Bueno, pues tengo una buena noticia: Tú sí puedes ser creativo y tener buenas ideas, dispones del potencial para ello, pero antes tienes que hacer un trabajo que depende solo de ti. Primero, cambiar tus creencias limitadoras y la forma en que te ves a ti mismo. Segundo ejercitar la creatividad. “Cuando lleguen las musas que te encuentren trabajando”. Y eso, requiere de estar despierto y meter energía. Se trata de mirar dentro, en vez de mirar fuera. ¿Estás dispuesto a activar el creativo innovador que hay en ti? Vamos allá.

Manifestamos  al exterior lo que creemos ser y lo que percibimos que los demás proyectan que somos, no lo que verdaderamente somos o podemos llegar a ser. Y el principal obstáculo con el que nos encontramos es la propia creencia que tenemos de nosotros mismos y los mecanismos que nos llevan a materializar esa creencia. Para desarrollar nuestro potencial necesitamos primero reconocer firmemente en nosotros ese potencial y creer que éste puede ser desarrollado.

Sobre el cerebro

Estamos estructurados y definidos “de una forma”. Nuestro cerebro dispone de determinadas conexiones activas que nos condicionan a funcionar “desde un sitio”. Me gusta imaginar el cerebro como una enorme red de conexiones eléctricas, en las que en algunas zonas el cableado está encendido y en otras apagado.

Por la forma en que somos educados desde niños, por la sociedad y el sistema imperante,  tendemos a funcionar más desde el hemisferio izquierdo del cerebro, que es quien gobierna el lenguaje verbal, la habilidad lingüística, la capacidad analítica, el pensamiento matemático, así como la memoria y el pensamiento lógico y racional.

Al hemisferio izquierdo le encanta almacenar datos, información, números y darse a valer en el exterior a través de ellos. “Mira cuánto valgo, es que sé un montón”. Organiza, estructura y planifica. Recoge información del pasado y la proyecta hacia el futuro, necesitando ordenar, anticipar y prever buscando la seguridad. Disciplinado y jerárquico funciona desde lo correcto e incorrecto asegurándose de que obedece reglas, protocolos y está dentro de los patrones establecidos.

También le encanta apuntar con el dedo a quien se sale de las estructuras. Fomenta la homogeneidad, la igualdad para lograr una unidad y cohesión. Ve riesgos en lo diferente. El hemisferio izquierdo trabaja con el miedo para salvaguardar el orden y evitar “situaciones fuera de control”. Al hemisferio izquierdo no le van mucho las emociones y sentimientos. Puf!!! Esas sí que son impredecibles y nos ponen en riesgo y en evidencia!!! El hemisferio izquierdo busca “estar seguro”. Funciona en  polaridades contrarias: “bueno, malo”, “blanco, negro” y resulta muy complicado que entienda la inmensidad de matices que también existen entre ambos puntos. Trabaja en competencia y se reconoce como “bueno” solo a través de reconocer al otro como “malo”.

Hay una mirada continua al exterior, en vez de al interior. Registra que para ganar, otro tiene que perder. Tiene dificultad para contemplar un escenario de “ganamos todos”. Funciona desde una verdad, y para que esa verdad sea válida, necesita tirar abajo la verdad del otro que no coincide con la suya.

El hemisferio izquierdo trabaja con la información del exterior que le llega a través de los sentidos, y percibe la realidad como algo objetivo y categórico, unidireccional de fuera hacia dentro, sin contemplar que esa percepción está condicionada por el universo interior de la persona.  “Aquel me ha hablado mal, no me gusta”, “Aquel me ha hablado bien, sí me gusta”. Y por último, para el hemisferio izquierdo solo es válido (nuevamente una etiqueta – válido / inválido), aquello que puede demostrarse de forma precisa, concreta, tangible, con datos medibles y estadísticos. “No me convences porque no me das argumentos racionales suficientes”. La sociedad, el sistema, la educación, funcionan desde ahí, fomentando y explotando el hemisferio izquierdo del cerebro.

Por otro lado tenemos a nuestro buen amigo y tan necesario hemisferio derecho,  en general bastante poco iluminado en el tendido eléctrico de nuestro cerebro. Este hemisferio trabaja a un nivel que no puede expresarse con la palabra pero no por ello deja de existir o ser real. Nos permite interpretar señales, y nos brinda la capacidad de soñar y comprender el significado y la belleza oculta de la realidad.

Nos conecta con la dimensión emocional y trascendente del ser humano. Nos permite percibir el valor intangible e inmaterial de las cosas. Permite ver que la riqueza es más que dinero, y no está dispuesto a sacrificar riqueza solo por ganar dinero. Es artístico, diferente, impulsivo, espontáneo, no se ciñe a ataduras. No puede enmarcarse en las normas, ni en los patrones, porque es amplio, expansivo, libre, aconvencional. No necesita saber, simplemente es, su valor reside en ser, no en hacer.

Mira alto, mira lejos, no utiliza etiquetas, entiende y acepta el valor de la diversidad. Valora y respeta la diversidad para lograr mayor unidad y cohesión. Para el hemisferio derecho hay riqueza en lo intangible. El hemisferio derecho se relaciona con los demás, trabaja la empatía, la compasión y detecta toda la información no verbal de la comunicación, no solo leyendo el lenguaje del cuerpo sino yendo más allá. Percibe el espacio, el movimiento, y es capaz de ver amplio, viendo no solo las partes, sino viendo un todo formado por partes.

Como los pájaros que vuelan en bandada, son entes individuales, pero a la vez forman parte de un ente global, un  todo. Vuelan sin tocarse, respetándose individualmente y respetando su lugar como parte de ese todo. El hemisferio derecho entiende que no hay una verdad, que hay muchas verdades y que todas suman para crear una aún más grande. El hemisferio derecho nos permite potenciar nuestra intuición, “eso que sé, aunque no sé decir por qué”,  sin ese porqué que exige el hemisferio izquierdo para creer y etiquetar con un “válido”.

El hemisferio derecho hace despegar nuestra imaginación, nos permite soñar, nos permite pensar diferente, pensar creativamente, innovar, visualizar ideas y crear de la nada cosas que no existían. Hace posible lo imposible en apariencia. Y aporta una confianza a la persona, una confianza y creencia que no está sostenida en hechos, datos, conceptos tangibles. Una confianza que viene de dentro, no de fuera.

Pues bien. Todos tenemos un hemisferio izquierdo y un hemisferio derecho. Con lo cual, aunque tendamos a funcionar desde el izquierdo, sabemos que podemos desarrollar el potencial del derecho. Así lo avalan recientes estudios de neuroplasticidad. Del mismo modo que las conexiones neuronales que creamos y no usamos se apagan, nuevas conexiones pueden generarse a través de la generación de experiencias conscientes.

Trabajemos en crear nuevas conexiones neuronales que iluminen el tendido eléctrico del hemisferio derecho para poder operar desde ahí. El viaje es apasionante y los resultados impactan a todos los niveles de la persona. Y es que para pensar diferente, hay que aprender a mirar diferente, a ver más allá. Y desde ahí todo cambia, la percepción de ti mismo, de los demás, del mundo, y comienza a fluir la creatividad a través de una nueva visión de la realidad.

Mirar dentro en vez de mirar fuera

¿Qué necesitas para sentirte creativo?

Hay una mente creativa dentro de ti. Reconócela. Siéntete creativo y pon la creatividad a funcionar.

En la mayoría de las ocasiones nos vemos a nosotros mismos como el reflejo de lo que nos devuelve el exterior. Si alguien dice “eres guapo”, te sientes guapo. Si alguien dice “vaya tontería”, sientes que has dicho una tontería. Es posible que nadie te haya dicho hasta ahora que eres creativo, y es posible que esa sea la razón por la que tú mismo no te sientes creativo. Pues bien, lo primero que hay que hacer es aprender a reconocer el valor en uno mismo. Reconoce tu propio valor.

Los demás no van a hacerlo si tú mismo no lo haces. Los demás no van a confiar en ti si tú no confías en ti mismo. Eso sí que es una ecuación. No puedes esforzarte en intentar ser creativo cuando hay una firme creencia arraigada en ti que dice “yo no soy creativo”.

Busca en tu vida, en las cosas más simples, momentos espontáneos en los que has sentido que has llegado a soluciones creativas por ti mismo. Tal vez incluso estabas solo y nadie miraba. ¿Lo ves? Hay una mente creativa dentro de ti. Reconócela. Siéntete creativo y pon la creatividad a funcionar.

Está en ti. Libérate de pensamientos limitadores. Dite a ti mismo que eres creativo. Reconócete creativo. Y pon atención a las pequeñas cosas del día a día en las que respondes de forma creativa. Eso te estimulará y reforzará la creencia que te permitirá manifestarte más creativamente.

¿Cuántas veces piensas algo y no lo dices por el “qué dirán”?

Reconocer el impacto que sentimos al percibir juicio del valor del exterior es el primer paso para acercarnos a la libertad de expresarnos creativamente.

Antes de abrir la boca, tu propia mente se pone a proyectar el futuro con pensamientos limitadores sobre el juicio de valor que vas a recibir: “vaya tontería”, “mira lo que dice éste”, etc. Es importante entender que no es el exterior el que te inhibe de expresarte. Eres tú  mismo quien no quiere exponerse al juicio externo, no quiere sostener la posibilidad de sentirse rechazado a través del rechazo de su idea, y por ello inhibes la expresión de tu pensamiento creativo. Reconocernos responsables de la gestión de las emociones que sentimos con el juicio del valor del exterior es el primer paso para sentirnos libres de expresar creativamente. Lo creativo es diferente, inusual, original.

Y expresar algo creativo implica que el patrón operante de lo “correcto y establecido” pueda saltar disparado sobre nosotros.  Aquí funcionamos desde el hemisferio izquierdo etiquetando, bueno, malo, adecuado, inadecuado. Y ya no es que nos lo haga el otro, es que nos lo hacemos nosotros mismos. Es nuestro hemisferio izquierdo queriendo tener las cosas bajo control evitando exponerse. Piensa lo que puede perder, no lo que puede ganar. Pero las ideas creativas simplemente son. No son buenas ni malas.

Pueden ajustarse más o menos al objetivo o a la necesidad que se persigue, pero no hay nada bueno o malo en sí mismo. Y es necesario interiorizar que cuando alguien emite un juicio sobre lo que se dice, está enjuiciando lo dicho, no a la persona. Tendemos a llevárnoslo a lo personal, desde el receptor, al margen del emisor. Nuestro automático nos lleva a hacer personal aquello que recibimos de fuera.

Por eso en las sesiones de brainstorming el manual de buenas prácticas incluye como un “must to have” un  ambiente libre de juicio. Así  las personas pueden expresarse con libertad y amplitud, sacando hacia fuera cualquier cosa que se les pase por el hemisferio derecho del cerebro, sin apuro o vergüenza, sin el miedo al “qué dirán”. Pero el mundo exterior en el que nos movemos está lleno de juicio, y nosotros queremos ser creativos todo el tiempo, ¿verdad? No limitar nuestra creatividad a las reuniones de brainstorming.

Además si no practicamos vivir en creativo, difícilmente emanará la creatividad incluso en el mejor de los contextos. Para ello es importante analizar el peso que tiene en ti, la imagen que crees que los demás tienen de ti, el impacto en ti del juicio que percibes que se emite. ¿Hasta qué punto esto te impide ser auténtico y creativo? No es algo que pueda cambiarse de la noche a la mañana, requiere de un proceso, pero entender que el poder de generar un cambio está en uno mismo, y no en el exterior, es el primer paso para empezar a funcionar de forma diferente y acercarnos a la expresión del pensamiento creativo en nuestro día a día.

Cuando hay una confianza en uno mismo, una mirada firme  interior, el exterior  pasa de percibirte como alguien que dice “cosas raras”, a alguien que dice  “cosas interesantes”.

 

¿Cuál es la razón que te impulsa a querer ser más creativo?

Para desarrollar nuevas capacidades hace falta conectar con una emoción interna que despierte la atención y la motivación, y encontrar una utilidad real en ello.

¿Qué te emociona? ¿Qué te mueve? ¿Qué te apasiona? ¿Qué te entusiasma? La creatividad es algo que sale de dentro, que se ejercita, pero es única y personal. Y requiere de una chispa, una llama, una motivación que encienda la hoguera. La mejor manera de conectar con ella y desarrollarla es a través de perseguir algo auténtico para ti, como individuo, como persona. Si la razón por la que deseas ser más creativo es algo así como “en mi trabajo, que ni me motiva ni me ilusiona, me están exigiendo aportar soluciones creativas e innovadoras con un “think out of the box”… pues chico,  no te quiero desanimar, pero en fin, lo veo un poco complicado…

La creatividad tiene que ver con conectar con algo dentro de uno mismo, con un estímulo que genere combustible para mirar más lejos, pensar diferente. El hemisferio derecho funciona hacia dentro, no hacia fuera. Para desarrollar tu creatividad y materializar nuevas realidades, necesitas una verdadera motivación. El desarrollo del potencial creativo exige energía, que se enciende a través de una motivación real. Sin ella va a ser difícil que puedas conectar con tu espíritu creativo. Puedes leer un poco más de todo esto en el artículo sobre Art Thinking xxxxxxxxxxx.com en el que la neurociencia expone la necesidad de desarrollar nuevas capacidades a través de una emoción interna que despierte la atención y la motivación, y encontrar una utilidad real en ello.

En próximos posts desarrollaremos diferentes formas de despertar el creativo innovador que hay en ti. No te lo pierdas, y por cierto, si después de leer este artículo hay algo que no te termina de cuadrar, no me pidas datos, cifras o argumentos concretos para convencerte. Últimamente estoy ejercitando el hemisferio derecho J. Si algo te sirve, cógelo, y el resto, déjalo estar. Abrazos thinkernautas.

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